Señales
de una Iglesia Viva por
Stott: Recensión Crítica
Daniel Montero
Bustabad
La obra reseñada aporta
las enseñanzas de Stott en su visita a Iberoamérica en el año 1995 AD. La tesis del autor (Stott) se centra en que,
tanto en la Iglesia primitiva, a lo largo de la historia, así como en la
actualidad, las señales de una iglesia viva se encuentran en el siguiente
texto: “Y perseveraban en la doctrina de
los apóstoles, y en la comunión, y en el partir del pan, y en las oraciones. Y
en toda el alma había temor, y muchas maravillas y señales se hacían por los
apóstoles. Y todos los que creían estaban juntos, y tenían todo en común. Y
vendían sus propiedades y bienes, y repartían con todos, según cada uno había
de menester. Y, perseverando unánimes todos los días en el templo, y partiendo
el pan en casa, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, loando Dios,
y cayendo en la gracia de todo el pueblo. Y todos los días añadía el Señor a la
iglesia aquellos que se habían de salvar” (Hechos 2:42-47).
La interpretación que
el autor efectúa de dicho texto consiste en que una Iglesia viva reúne los
siguientes requisitos: 1) Fidelidad a la enseñanza apostólica, entendida como
el Nuevo Testamento y, en general, la Biblia. 2) Comunión y ayuda mutua. Todos
participan con el mismo rango de igualdad en los sacramentos (bautismo,
comunión) y en atender las necesidades de los fieles, de modo que ninguna
persona carezca de lo básico (afecto, atención para la salud mental y física,
medios de subsistencia, etc.) Todo ello motivado por un sincero amor (generoso)
hacia todas las personas, tanto cristianos como no-cristianos (I Corintios 13).
3) Adoración, oración y reverencia. Ello incluye tanto la liturgia formal en el
Tempo de Yerushalayim, como, actualmente, en las Iglesias, y además en las
reuniones informales en los salones parroquiales, en Cafés Anglicanos, y en
casas. Ello es importante para, de un lado, rendir culto al Señor; éste es el
momento en el cual el ser humano alcanza su máximo apogeo al entregarse a Dios
en el nombre de Cristo, en la comunión del Espíritu Santo; asimismo las
ocasiones más informales, resultan imprescindibles para conocer en profundidad
a las personas que asisten a las Iglesias, forjar lazos de amistad verdadera y
plena, ayuda mutua, etc. 4) Evangelismo. Muchas veces las Iglesias se enfocan
en la tecnología evangelística, modelos de mercadeo, métodos de iglecrecimiento,
etc., dejando de lado el punto de partida esencial: El protagonista de la
evangelización es Jesús a través del Espíritu Santo. Debemos vivir en una
relación íntima con Cristo (tanto en los devocionales privados como en el culto
con toda la Iglesia y el convivir con los miembros de la Iglesia y del mundo), y
fruto de esa comunión íntima, será la proyección del evangelio hacia las
personas no convertidas; de allí vendrán las conversiones y el crecimiento de
la Iglesia. En otras Iglesias es muy natural vivir sabiendo que la Iglesia no
va a crecer, y el evangelismo no existe. El texto comentado llama a esas
Iglesias a una conversión y a tomarse el crecimiento en serio. 5) Énfasis muy
especial en la red de relaciones personales que implica el ser Iglesia y vivir
en Iglesia, empezando por la relación íntima personal con Jesús, las relaciones
de afecto y apoyo con los miembros de la Iglesia, y las relaciones cordiales
con los paganos. Cuando los no convertidos ven nuestro afecto, buen
comportamiento y la presencia de Cristo en nuestras vidas, van a querer iniciar
o fortalecer una relación con Jesús.
Si tomamos el título
de la obra “Señales de una Iglesia viva”,
analizamos que el autor expone su tesis en el primer apartado del artículo con
referencia a la Iglesia primitiva en Hechos y epístolas paulinas. Esta tesis se
podría condensar en explicar la fórmula “viva”
Sin embargo, dedica los demás acápites de la obra a detallar cómo es la “Iglesia” a la luz de los primeros cuatro
capítulos de la Carta a los Corintios, y cómo el “ser-Iglesia” se ve impactado por el mensaje de “viva” ya explicado.
En primer lugar, detalla
la significativa frase “imperfectos, pero
enriquecidos”. La Iglesia de Corinto es santa, apartada para Cristo, la
esposa del Cordero, pero a la vez, actualmente, hasta la venida de Jesús, es un
grupo de personas con todas las debilidades e imperfecciones propias tanto de
las personas, tanto en lo individual, como en lo grupal. Por ejemplo, reinaba
la desunión entre ellos, pues unos se identificaban con un líder, otros con
otro, y así sucesivamente, mientras que otros afirmaban una comunión
privilegiada con Jesús que los hacía superiores a los demás, quizá por haber
conocido a Jesús en persona en su ministerio terrenal. Pablo refuta las razones
de esa desunión, los llama a tornarse uno, pues Cristo es uno, indivisible, y a
vivir esa unidad a lo interno, así como proyectarla a lo externo como
sacramento viviente de la presencia de Cristo al mundo. Somos imperfectos, pero
enriquecidos por la acción del Espíritu Santo, de modo que debemos dejarnos
moldear por el Espíritu para crecer en la fe, tanto en teoría como en la
práctica (ortopraxis); de este modo, el Espíritu hará que, cada vez con mayor
perfeccionamiento, seamos sacramento viviente de la presencia de Cristo al
mundo, llamando a la conversión de todos (ver también Filipenses 1: 21 y ss.:
la unidad de los cristianos y su firmeza en la fe a pesar de los problemas, es la demostración
de que el bien vence y prevalecerá sobre el mal, y de que Cristo volverá).
Ante esta imperfección
en camino de perfectibilidad, en segundo término, el autor explica que el
Evangelio y la Iglesia son poder de Dios en la debilidad. Ello se debe a lo
siguiente: 1) El evangelio en sí mismo es debilidad a los ojos de los no
convertidos: Escándalo para los saduceos (no para los fariseos rectos ni para
los esenios, en criterio de quien reseña), al tratarse de un mesías crucificado
y locura para los griegos (conocimiento que nos lleva a la debilidad y a la fe
en la resurrección de los muertos, que es fealdad para los griegos). 2) El
evangelio es predicado por personas débiles, en debilidad. 3) El evangelio es
aceptado mayoritariamente por los débiles. No debemos abstenernos de
evangelizar ni a los ricos ni a los poderosos, siguiendo el brillante ejemplo
de Jesús y Pablo, pero debemos reconocer que, de hecho, las comunidades
ministradas por Pablo eran mayoritariamente integradas por lo que en ese
entonces (y ahora) se consideraban la escoria. Ante esta triple debilidad, se
manifiesta el poder de Dios, a través de la conversión providencial de personas
y más personas. Podríamos intentar explicar este gran impacto de conversiones,
de la siguiente manera: Cuando el Evangelio es predicado por personas débiles,
con las mismas debilidades que los oyentes, éstos se sienten identificados con
los expositores, bajan las defensas ante el mensaje, y observan cómo Cristo ha
transformado para bien las vidas de los predicadores débiles. Por eso se
convierten. Sin embargo, quien comenta considera que en la conversión de tantas
personas existe un elemento milagroso que se debe atribuir al Señor. (Deseo que
este poder de Dios en Cristo por el Espíritu Santo entre en mí para gloria
exclusiva de Dios Padre; asimismo ruego al Señor que también me libre de los
siete pecados capitales, y de los demás).
Como resultado de la
victoria de la debilidad por el poder del Espíritu Santo, en el siguiente
apartado, el autor explica que las tres personas de la Trinidad intervinieron
en la composición de la Biblia, la palabra de Dios. “La Palabra vino de Dios, se enfoca en Cristo y fue inspirada por
Espíritu Santo. Podemos definir a la Biblia como el testimonio del Padre sobre
el Hijo, dado a través del Espíritu”. Prosigue exponiendo el rol del
Espíritu Santo en la elaboración y explicación de la Biblia. Sostiene que
existe un esencial elemento de inspiración divina en la elaboración de la
Biblia, pero también un componente humano. El Espíritu no dictó palabra por
palabra la Biblia, sino que trabajó con la mente y la cultura de los autores,
para confeccionar textos divinamente inspirados de un trabajo humano. Asimismo
el Espíritu interviene en la interpretación y aplicación de la Escritura, de
modo que solo los convertidos fieles (no los paganos ni los cristianos
carnales) son capaces de interpretar y aplicar la Escritura rectamente. Por
ello resulta esencial la relación personal íntima con Cristo por parte de los
pastores y miembros de las Iglesias. A la hora de interpretar y aplicar la
Biblia, debemos partir del dogma de considerar a la Biblia como la autoridad
final. Luego diferenciamos de los textos de la Biblia aquellos que contienen el
mensaje esencial de salvación, de otros textos que son inspirados pero no
tienen la finalidad de explicar ese mensaje. Por ejemplo, la mayor parte del
libro de Job lo constituyen los discursos de los amigos de Job, respecto a los
cuales el Señor declara que ellos NO hablaron rectamente; por ello no cabe
utilizar dichos discursos para extraer doctrina. “La claridad o transparencia de las Escrituras se refiere a las verdades
céntricas de la salvación: la justificación sólo por la gracia, sólo por medio
de la fe, y sólo a través de Cristo. Estas verdades absolutas del evangelio son
totalmente claras en la Biblia. Por el contrario, como dijimos en el capítulo
anterior, sobre aquellos asuntos que no son tan claros, sobre aquel que es
secundario o adiáfora, debimos en los dar libertad y aceptar las diferencias”.
En el posterior
epígrafe, destaca las imágenes que Pablo utiliza de la Iglesia, para dar
respuesta a las necesidades e imperfecciones de la Iglesia de Corinto (primera
carta). Ante el culto al líder que destacaba en la misma, Pablo utiliza las
metáforas del campo en el cual él plantó, Apolos regó, pero el suelo y el
crecimiento los da el Señor, de quien es la Iglesia, no de los líderes.
Posteriormente, en la metáfora del edificio, expone que el fundamento único es
Cristo, no ningún líder, de modo que los dirigentes, al mismo nivel que los
demás fieles, construyen sobre dicho fundamento con distintos materiales. Al
momento del juicio final, el fuego devorará las construcciones con materiales
falsos, y resaltará a quienes construyeron con materiales valiosos. No es una
cuestión de dinero, sino de fe, de fidelidad a Cristo. En la siguiente imagen,
Pablo detalla que en un primer momento en Santuario del Señor se encontraba en
el tabernáculo, luego en el templo; a partir de Cristo, lo es cada creyente en
lo individual, y en lo colectivo como Iglesia. El Santuario no es ningún líder
en cuanto líder, sino de cada creyente solo por ser creyente, así como de la
Iglesia por ser esposa del Cordero. Los líderes son siervos, esclavos de
Cristo, nada más.
En el último
apartado, el autor diserta sobre los “Modelos
de Ministerio Pastoral”. Sostiene lo siguiente: 1) El líder no es
protagonista, sino Cristo. Predica a Cristo, solo a Cristo, y a éste
crucificado y resucitado. El orgullo es una tentación muy peligrosa para quien
ocupa un púlpito. Frente al culto al líder de la Iglesia de Corinto, la
respuesta es centrarnos en Jesús. 2) Líderes y feligreses somos esclavos de
Cristo, nada más. No debe haber lugar para el culto al líder ni para la lucha
de poder. 3) El líder es administrador de la revelación. Es decir, es el
administrador que debe llevar a los feligreses a la Biblia, para que el pueblo se
alimente por sí mismo de la Biblia. Su papel es empoderador en el marco de ser
todos esclavos de Cristo. Agrega que una de las tragedias de la Iglesia actual
es que “los evangélicos son bíblicos pero
no contemporáneos, y los liberales son contemporáneos pero no bíblicos”.
Ello quiere decir que el liderazgo evangélico actual se queda en la exégesis
bíblica, pero no da el necesario paso hacia la interpretación y aplicación de
la Biblia a la realidad actual. Para hacer eso se requiere amor por los paganos
y conocimiento de las formas de sentir, pensar y actuar de las personas hoy.
Ello deviene imprescindible para interpretar y aplicar rectamente la Escritura.
Por otro lado, los liberales se quedan cómodos con el mundo actual y omiten
cumplir con su deber de transformar radicalmente el mundo actual en el Espíritu
Santo, bajo la norma bíblica. 4) El líder debe amar tiernamente a los
feligreses y a los paganos. Ello es clave, pues la norma suprema es el amor
práctico al Señor y al prójimo, sea cercano o lejano. 5) Al servir debemos ser
humildes, sin procurar destacar, sino que el único que destaque sea Cristo.
Concluye el autor
haciendo un llamado a arrepentirnos por nuestras fallas como líderes y
feligreses, y a rectificar.
Quien comenta el
texto agradece al Señor por el aporte de Stott en la obra. Su exposición se
presenta sólida en su fundamentación y desarrollo. Como aspectos a mejorar
podemos señalar los siguientes: 1) De un modo implícito se puede observar que
su obra se escribe por parte de un autor que parte de una concepción
sobrenatural de Dios y de la Biblia, y se dirige únicamente a un público que
comparte esa forma de pensar. Por ello pudiera ser que el texto resulte
completamente irrelevante para quienes no compartan esa forma de pensar. Al
respecto sería útil que algún autor analizase el contenido de la exposición de
Stott, trasladándolo a constructos mentales que resulten significativos tanto
para el público tradicional, como también para los naturalistas. Podría
nutrirse de los aportes de Graham Wallas y, en el ámbito judío, Mordecai
Kaplan, de imprescindible lectura. Si consideramos quiénes son aquellos
mayormente llamados a modificar las estructuras políticas, económicas,
jurídicas, etc., de Occidente desde la intelectualidad, nos encontraremos que
son, mayoritariamente, naturalistas (Europa y países anglosajones fuera de
Europa), por lo cual resultaría sumamente interesante el diálogo con el
naturalismo. 2) A pesar de que el texto comentado enuncia la comunión y ayuda
mutua como señal de una Iglesia viva, el énfasis que se otorga a ello no resulta
suficiente. Una Iglesia viva no trata de disimular las faltas de un sistema
mundial injusto, solamente con actos de generosidad a los empobrecidos,
creyentes y no-creyentes, sino que debe ir mucho más allá. Debe constituir un
agente activo en un cambio de las estructuras mismas políticas, jurídicas, económicas
y sociales que rigen el mundo, y que provocan la pobreza. En descargo del autor
se podría decir que en el profundo documental Thrive de Foster Gamble et al.,
se concluye que la mejor manera de cambiar las estructuras que rigen el mundo
es el siguiente: Que cada persona, en su labor diaria, en su casa, y en su
tiempo libre, empleen su tiempo y lo que hacen, de modo que se contribuya no
solo a la sustentabilidad ambiental, sino también a hacer bien a los demás. Se
trata de fomentar una gran cascada de acciones buenas y generosas que, en su
conjunto, provoquen un cambio de la estructura mundial. Pero ello no disminuye
la necesidad de que la obra deba otorgar un énfasis mucho mayor a la
transformación del mundo (y de las estructuras que rigen el mundo) a la que está
llamada la Iglesia, en lo espiritual, mental, sentimental, conductual y
cognitivo.
Daniel Montero
Bustabad
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